domingo, 27 de diciembre de 2009

El neopuritanismo

Estas son algunas ideas que surgieron y fueron volviendo después de ver películas como La novia de mi mejor amigo, Coyote Ugly o Simplemente no te quiere.

La idea es más o menos así: hacia fines de los `50 y principios de los `60 la cosa no se pudo sostener más y los viejos conceptos de familia y libertad empezaron a tambalearse en los Estados Unidos (fuente mayor del cine mundial). Las viejas formas de vida empezaron a mostrar la hilacha, nació el hippiesmo, esas cosas. Y en los `60 (y fundamentalmente en los `70) el cine estadounidense se abrió como una flor y entraron en la representación explícita cosas que si bien siempre estuvieron, siempre se habían ocultado. Pienso ahora sobre todo en el sexo, pero podríamos hablar de tantas otras cosas: la violencia, las drogas, los conflictos sociales, la marginación y demás. El cine implosionó y pareció que todo había cambiado. Pero no. Después vino la resaca (los `80) y, finalmente, el cine canchero del 2000.
Si el sexo antes se negaba, ahora se exhibe por todos lados, se empapela las paredes con él. Todos somos tan desprejuiciados, lo hablamos, lo discutimos, pasó a ser charla de café (en buena medida la culpa la tuvo Sex and the City). Lo vemos sobre todo en las comedias románticas, terreno en principio paradójico para estos brotes porque el género normalmente se piensa con el objetivo de hacer lagrimear a señoritas que quieren creer que el amor todavía es posible. En ese sentido, el género sigue siendo lo que siempre fue: chico conoce a chica (aunque la protagonista suele ser ella), hay una afinidad instantánea, primeros acercamientos, surgen los conflictos, se revela algún secreto que hace tambalear la futura relación, después descubren que el amor es más fuerte y finalmente casamiento (o, en su defecto, una estabilidad de vida de pareja que se le parece mucho). Desde las comedias de la década del `30 (vean, si no, Sucedió aquella noche, algo así como la unidad proteica de toda la comedia romántica por venir) la película siempre es la misma. Cambian los chistes. Y los chistes ahora incluyen el sexo. Pero lo que tenemos es una forma nueva del puritanismo.
Pensemos, por ejemplo, en las señoritas (nunca una mujer de más de 35) que protagonizan estas películas embebidas de sexualidad: hablan de consoladores, de juguetitos, de perversiones, charlan con sus amigas sobre la promiscuidad. Pero, curiosamente, la protagonista normalmente no hace más que hablar sobre estos temas, nunca los vive, nunca comparte experiencias, porque si bien ella funciona en ese mundo, el verdadero sexo está siempre en las amigas, ella no lo vive. Si llegara a darse la circunstancia de que la protagonista tuviera sexo durante la película, siempre lo tiene exclusivamente con el hombre que resultará ser el amor de su vida (aun si en ese momento ella no lo sabe). Se habla mucho de sexo (y suele haber algún homosexual dando vueltas, casi siempre hombre), pero nuestra protagonista solo se revuelca por amor y con música de violines de fondo. A lo más que se puede llegar es a confesar que la mujer en cuestión tuvo algún novio anterior; se puede llegar a sugerir que tuvo sexo con este novio, pero esa es toda la extensión de la flexibilidad sexual para esta mujer.
El sexo existe en estas películas, pero si no es encarnación de una amor “marcado por el destino”, se lo ve solo como una forma desviada. La vida del sexo (notoriamente: la vida que tienen los protagonistas “extraviados” cuando empieza la película, casi exclusivamente se trata de hombres) es la que debe superarse. Todo el camino del héroe en esta comedia romántica es darse cuenta de que debe dejar el sexo atrás. Argumento de la comedia romántica contemporánea: un joven apuesto y exitoso (o por lo menos que puede revolcarse con cualquier mujer) vive una vida despreocupada y altamente promiscua hasta que se topa con una mujer fuerte (y buenmoza) que en principio lo irrita pero por la que pronto se siente irremediablemente atraído. La relación es conflictiva. Finalmente, el hombre se da cuenta de que el problema en esta relación es que debe dejarse de tanto libertinaje para comprometerse por amor: dejar la soltería atrás y casarse de una buena vez (como corresponde que todos hagamos).
Esto no quiere decir que todo lo que postulan estas películas sea necesariamente falso (puede serlo, pero se debería ver una película a la vez), pero estas comedias cancheras que muestran consoladores quieren hacerse pasar por desvergonzadas cuando lo único que hacen es negar cualquier cosa que exista por fuera del matrimonio. La lección es sexo malo, amor bueno. Amor en términos de jovencita adolescente: sentimientos, ternura, boludez. Nada de cuerpo. Nunca. El cuerpo está mal. Si el sexo aparece, es una “manifestación del amor”, “compromiso”, o sea, vehículo del matrimonio. Estas películas no son capaces ni siquiera de afirmar la importancia que tiene el sexo dentro del matrimonio.
Se lo exhibe por todos lados, pero para finalmente separarlo de la vida y de las “cosas importantes”. Por un lado o por el otro, el sexo es algo extraño a la vida, ajeno, negado. El neopuritanismo funciona así.

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